FLAMIN’ HOT se rodó en Albuquerque, Nuevo México, en 2021. “Nos centramos en recrear ciertos barrios de Los Ángeles, como Whittier, Ontario, el propio East LA, el comienzo de Boyle Heights”, dice el diseñador de producción Brandon Mendez. “Albuquerque hizo que eso fuera más fácil de encontrar. Como hay una comunidad hispana tan fuerte allí, realmente se prestó a la película”.

El rodaje, que duró 8 semanas, empleó aproximadamente a 204 miembros del equipo de Nueva México, 44 miembros principales del reparto de Nueva México y 875 actores de fondo y extras de Nueva México. “Como estado mayoritariamente minoritario, lleno de cultura y de amor por los Flamin’ Hot Cheetos, estamos encantados de que Nuevo México haya servido de escenario para llevar esta historia a la gran pantalla”, declaró Alicia J. Keyes, secretaria del Departamento de Desarrollo Económico de Nuevo México.

Méndez y el diseñador de producción Cabot McMullen trabajaron juntos para construir el decorado, la casa de Montañez, la comunidad y los entornos de trabajo de sus primeros años de vida, entre los 70 y los 90, que abarca la película.

“Rebusqué en las fotos de mi padre”, dice Méndez, que creció en un entorno similar. “Había muchas referencias que utilicé para la película: cómo era su salón y cuáles eran las texturas. Fue como redescubrir una parte de mi familia”.

Montañez también ayudó compartiendo fotografías familiares de su propia casa y patio. “Richard era excelente con los detalles, siempre se aseguraba de que lo hiciéramos bien”, dijo Méndez.

El equipo de transporte encontró una réplica exacta del camión que Montañez conducía cuando trabajaba en la fábrica, y los Montañez se quedaron boquiabiertos cuando lo vieron en el set. El camión original sigue en la familia.

“Nuestro mayor reto para esta película fue recrear la planta de Frito-Lay”, dice Franklin. Para crear la fábrica, Méndez y McMullen sabían que carecían de tiempo y presupuesto para encontrar y alquilar una fábrica existente lo bastante parecida a la original en aspecto y tono. Descubrieron que el antiguo edificio del Albuquerque Journal estaba disponible, y lo convirtieron en una planta semifuncional que utilizaron como uno de sus decorados principales. “Es un fantástico espacio industrial de época de los 80”, dice McMullen. “En la película, todo lo que está en el suelo son nuestras cosas, y todo lo que está en el aire son las suyas”.

Longoria tenía una norma fija que los diseñadores debían respetar. No se podía utilizar el color rojo en ninguna parte de la película hasta que saliera de la cadena de producción el primer lote de Flamin’ Hot Cheetos en su característico color de neón. “Era la fruta prohibida”, dice Méndez. “Y mereció la pena no usarlo hasta ese momento”.

Los Cheetos que Montañez lleva a casa para trabajar en los toppings picantes, eran Cheetos de verdad, sin sabor. “Pedimos ayuda a Frito-Lay”, dice Méndez, “y acabamos consiguiendo esta enorme cantidad de Cheetos hinchados de verdad para usarlos en esas escenas”.

“Para la casa de Richard”, continúa, “utilizamos naranjas y amarillos y verdes para crear una paleta cálida. Esa es la temperatura de color de la primera mitad de la película, que es toda en la comunidad y los interiores domésticos”.

La diseñadora de vestuario, Elaine Montalvo, también investigó a fondo para asegurarse de que cada una de las décadas -de los 60 a los 90- y la comunidad mexico-estadounidense estuvieran bien representadas. El vestuario, el peinado y el maquillaje fueron elementos importantes para comunicar el paso del tiempo. “La dirección original de Eva era hacer que cada década fuera distinta de cualquier forma que cada uno de nosotros pudiera visualizar y aportar”, explica Montalvo. “Empezamos con paletas de colores para ayudar a distinguir cada una”.

TRÁILER PELÍCULA FLAMIN’ HOT