CALL JANE: Un ama de casa embarazada busca ayuda en un grupo clandestino de mujeres que le ofrecen una alternativa.
“Explorar la aleccionadora y dolorosa historia de la elección reproductiva en Estados Unidos, honrando al mismo tiempo las notables contribuciones de mujeres como las Jane, exigía un tono cuidadoso”, afirma la directora Phyllis Nagy.
“Exigirme honestidad significaba que tenía que analizar mis propias creencias y sentimientos acerca de las diversas situaciones narrativas que presenta Call Jane: el aborto, la raza, los derechos de la mujer y lo lejos que hemos llegado, o no hemos llegado. Al hacerlo, llegué a la conclusión de que, por encima de todo, Call Jane es una meditación sobre la elección -personal, política, transaccional, familiar- y que para mí no podía ser otra cosa que un debate en constante evolución que espero sinceramente que sigamos manteniendo mucho después del estreno de la película”.
Call Jane habita las zonas grises, no el blanco y negro militante de la política; esa es la belleza de la escritura, comenta el productor Kevin McKeon. “La película apoya el duro trabajo de estas mujeres y de muchas otras para llevar a buen puerto el caso Roe contra Wade. Las políticas de elección son las que son, así que quiero que la gente entienda que las mujeres son fuertes. Pueden forzar el cambio y la bondad en el mundo. Espero que cada mujer o niña comprenda el poder de su propio género”.
Robbie Brenner subraya que, aunque el aborto es el telón de fondo del viaje de Joy, el personaje no quiere abortar. “Tiene que abortar para asegurarse de que está viva para su hija”, dice el productor. “Al final, el Colectivo Jane la ayuda en más de un sentido. Ella no tiene un propósito en su vida, y se siente intrigada por estas mujeres que en realidad están haciendo algo más grande que ellas mismas”.
Para la directora de la película, un material tan serio como éste se sirve mejor con un toque ligero. Nagy señala que no se puede invitar a la gente a participar en una conversación sin que ambas partes escuchen.
“No puedes obligar a tu audiencia a someterse, pero hay que tener un punto de vista cinematográfico sólido, sin insistir en que el público tenga el mismo punto de vista. Lo que más deseo es que la película obligue a la gente a hacerse preguntas que quizá no se haya planteado antes. No creo en los sermones. No insisto en que la gente crea lo que yo o cualquier otra persona cree, pero si hay un pequeño momento en una película que hace cambiar de opinión a alguien, me encantaría”.